No estaba previsto pero, paradojas de la geografía o del destino, en MONTEHERMOSO, concretamente en la maravillosa ERMITA DE SAN ANTONIO ha ocurrido una desgracia innombrable.
Son cosas de las malas manos humanas, de los sitios solitarios y de las formas que los inconscientes afrontan el modo de expresar sus sentimientos. Le doy yo vueltas al asunto mientras miro el sol en el oriente y pienso si tendría que ver esa irresponsabilidad en asomar allí, con los graffitis que últimamente pintan de tristeza las paredes de los monumentos en este pueblo extremeño que no salen de asombro con lo acontecido, o igual son cosas del rostro maligno que invade a la condición humana. Y hasta me resulta paradójico que la gente no cuide el patrimonio ancestral, precisamente por eso, porque es un bien preciado a preservar eternamente.
Es mi verdad, pues yo lo he visto intacto con todo su esplendor, dejando salir la luna a la misma hora que anochece puntualmente en su cita diaria, y eso, debe notarse en el espíritu montehermoseño que admira sobradamente todas sus tradiciones.