El corral de DOMINGO GARRIDO: al que ingresas por una puerta destartalada y añeja, deja ver en la lejanía de sus entrañas, un tupido y verde pasadizo hecho de césped salvaje e interceptado por gatos que se cuelan hasta el lavabo apoltronado en la pared de piedra roñosa. Gatos con dotes de mando: Toda la mansedumbre y la indolencia de los animales desquiciados, se traduce en sus gatos en un vigoroso estar alerta. Entran y salen como estrictos militares, mientras preparamos la barbacoa. Pero de qué va a preocuparse DOMINGO, si con los higos secos de su higuera, ya podría vivir eternamente.

Todo: la carne braseada, el aire frío montehermoseño, el agua de la endeble botella, y hasta la naranja fielmente helada, es dulce en profundidad. Y sin embargo, los gatos mediocres, han exprimido de tan delicioso bocado, solo desprecios. Profundos desprecios. ¿Será porque solo en un lugar de corral, se puede mirar de frente al desprecio? Qué amalgama tan curiosa.

Y es que, de un airoso y rectilíneo trazado de césped salvaje en torno a la barbacoa, no se puede esperar otra cosa. 

Pues bien… justo ahora, cuando el más pueblerino de nuestros gatos, con careta de aburrimiento, va pasando hacia arriba y para abajo, con semblante de los años 50, cuerpo medio roto, para dar sus movimientos más firmes.

El camino del césped salvaje, cuando lo hace un gato con dotes de mando, no pasa por cien tejas húmedas, o cien tejas secas, ni termina en un olvido, o hay que condicionarlo a un juego de despiste como tal lo manifiestan sus ojos acristalados. El camino final del hambre, termina en el corazón y en la pena de los que disfrutábamos del manjar braseado . 

Sin salir de la habitación cochambrosa, y a poca distancia de la huerta, es inexcusable la captura de unas naranjas que amenicen el final de la comilona familiar. De todos modos, el corral de DOMINGO, es un lugar de grandes alturas, y desde la máxima a la que, hoy por hoy, el ser humano puede aspirar a tener para su gozo particular. Sin embargo, la del gato con dotes de mando, se ve, si el día está claro para pillar unos huesos descarnados por los dientes postizos.

Ahora bien, el corral de DOMINGO es uno de los más soberbios de los alrededores y de cambiante hermosura: durante la más de una hora que duró la barbacoa, lo que se distinguió nítidamente fue la mancha verde alineada de césped salvaje, que parecía un arroyo quieto por un árbol mal herido.

Mientras tanto, el gato con dotes de mando, exhibe gallardía felina, tan insoslayable, que es en buena parte su condena a pasar hambre, pero también su vida liberal; hay pocas personas del mundo que no atraigan al hambre zarpeando con destellos desesperados.

Está claro que lo que puede hacer la vida ardua, es la espera fuera del corral. Al mismo tiempo, ese pulular inacabable, le da a la espera unos ojos abiertos a la inmensidad de los huesos descarnados por unos dientes postizos.