En días previos a la filmación, hubo que ensayar la actuación de una de las protagonistas, cuyo papel sería interpretar el papel de madre de una chica disminuida psiquicamente y cuyo trabajo era cantar en diversos escenarios de la geografía española. Así que el ensayo de coplista tuvo que tomar forma pensando en desempolvar las batas de cola y poniéndole pilas a los micrófonos.

Con la guitarra como instrumento principal tocado para la ocasión por el maestro Luis (llamado "El último Romántico"), original con los rasgueos y el remix adecuado, acabarían dando entidad propia a las canciones preparadas para la película. Las canciones de acordes saltarines que compartía alegremente Sagrario y que se abnegaba a interpretarla sobre el escenario sin discutir su papel, a modo de retrospectiva, cuyo propio título parecía querer justificar la inclusión en la película. Y es que una canción de amor, cuando se siente al ritmo de una tonadillera, penetra profundamente en los sentimientos. Era una versión del tema para los especiales momentos que le tocaron interpretar.

Primero fue una canción a cappella que lograba coronar un ensayo, y después, seguido por el ritmo de la guitarra a la que se van añadiendo compases y tiempos para obtener un sonido excelente que quería representar una escena de mujer enamorada. Y la letra no podía ser más evidente con sus intenciones:

A LA ORILLITA DEL RÍO

CON PACIENCIA YO ESPERABA

ENTRE TANTO Y TANTO,

MIS PENAS EL AGUA SE LAS LLEVABA ...

Comienza la canción ... es el inicio de la letra que Sagrario escribió para hablar de una relación amorosa. Canta en primera persona representando el papel de esa mujer que luchaba por retener un amor imposible. Hubo varias veces en que parecía que todo estaba perdido, pero al final lo hicimos bien y todo quedó felizmente terminado.

El personaje de la amada como representación del amor, ha sido tema recurrente, más que de la música, del resto de las artes: la pintura, la literatura, el teatro y, cómo no, el cine. La mayor parte de las películas que han incluido a esa protagonista suelen  pertenecer a las llamadas  "tonadilleras" y, generalmente, su presencia va en relación con las modas del público como pasó en la década de los 60 con el auge de las películas de bandoleros. Y por eso, algunos de los films que abordaron  estos asuntos, han quedado como joyas de la historia del cine trascendiendo a una escala superior en la filmoteca nacional.

Domingo 17 de abril, son las 16 h de la tarde en punto en el Parque "Príncipe Felipe". Hay algo en este lugar que esparce sosiego con una luz de mediatarde como un metal ferroso. Parece la cuenta atrás de las campanadas. Todo está listo a la hora exacta y comienzan con puntualidad británica a llegar los personajes y Elías -el director- les ordena que tomen sus distintos papeles. Y llegamos al momento cumbre de la filmación, ese que ha tenido un broche glorioso con el personaje de una madre artista que vela por la discapacidad de su hija. Ella abre los ojos perfilados mirando la lentitud de sus movimientos y mantiene la serenidad de sus manos quietas, componiendo una audacia de media artista y con la dramatización de una diva. Es una de las grandes escenas de la película.

El sol invade el ambiente hasta ese preciso momento; el parque nunca se había visto tan animado, al menos delante de la gente que miraba asombrada los movimientos de los personajes y que se asomaban a curiosear: "Anda, si están grabando". 

Las piezas de la trama encajan a la perfección y se sellan una a una en la cámara con mucho mimo, a través de las distintas secuencias, por las manos expertas de Pedro. 

La siguiente localización fue en la cafetería-bar "ElGallo" donde disponíamos de  poco tiempo, apenas una hora, pero como cada persona sabía lo que tenía que hacer, para cuando se iniciara el rodaje todo iría con celeridad. Eran alrededor de 10 personas del reparto más los técnicos. Se ha elegido el domingo porque la ocupación del bar es menor.

Seis de la tarde, un domingo cualquiera de abril, la sala de la entrada está llena de gente asombrada por el traje tan andaluz que llevaba Sagrario.

Sin escenas de amor, solo con la atención y la escenografía, la maestría de Elías se impone para comenzar a rodar. Su atinada dirección se complementa con el estado de gracia de la mayoría de los actores, destacando, además del excepcional guitarrista, una genial Sagrario en el papel de la madre coplista. En conclusión, podría decirse  que en el plano cinematográfico, es una historia tierna. Al fin y al cabo... solo se trata de ficción, porque, como escribió Baudelaire: "El truco más grande que el diablo jamás hizo, fue convencer al mundo de que no existía".

 Así, pues, la tonadillera se marca un cante máximo con melodía lógica y estructura reconocible, y la idea es mantener una armonía interpretativa que refleje los motivos de su trabajo lejos de la hija, hilvanando un relato emocionante, entretenido, apocalíptico y, a la vez, desternillante. Tensión que atrapa a los desasosegados espectadores del evento y suena <<A la orillita del río>>. ¿No es mucha casualidad que la letra entre tan bien en la secuencia?. De nada. Voz atrevida que nos engulle.

Podríamos pensar que detrás de esos lunares y ese gracejo andaluz se encuentra una futura estrella rutilante. Una que puede disputarle el trono de reina a otras que ya brillan en el firmamento discográfico.